Contiene todos los aminoácidos necesarios para que nuestro organismo funcione.
La vitamina A y D que posee ayuda a mejorar la visión y el sistema inmunológico.
Si quieres tener una piel radiante, sólo debes consumir queso, ya que la vitamina B que contiene le ayuda mucho.
El queso es rico en ácido linoleico conjugado y en esfingolípidos, dos componentes de la leche grasa que ayudan a reducir el riesgo de padecer cáncer y del corazón, en pocas palabras, ayuda a reducir las enfermedades crónicas.
Los beneficios del queso incluyen ácidos grasos como el linolénico (Omega-3) y linoleico (Omega-6) que benefician al sistema cardiovascular, inmunológico y nervioso. El calcio y fósforo que provee contribuyen a mantener una buena densidad ósea y prevenir la osteoporosis. Para los niños, estos son esenciales para el crecimiento y para fortalecer sus huesos.
Fortalece los dientes, reduce la placa bacteriana, estimula la producción de saliva y mantiene nuestra boca limpia de forma natural.
Para las mujeres, reduce los síntomas premenstruales. Además, proporciona una gran cantidad de ácido fólico que es imprescindible durante el embarazo.
Para los deportistas, comer queso les hará muy bien, ya que sus proteínas ayudan a formar y recuperar la masa corporal. La grasa que proporciona el queso actúa como combustible para satisfacer las necesidades de energía del cuerpo.
La mayor parte de los beneficios señalados son propios de la leche. No obstante, a diferencia de la leche, el queso normalmente puede ser consumido por personas intolerantes a la lactosa porque los quesos naturalmente tienen pequeñas cantidades de esta enzima. Lo anterior, básicamente porque la mayor parte de la lactosa queda en el suero de la leche, que se separa del queso durante el proceso de cuajado y porque, además, durante el proceso de maduración se añaden bacterias probióticas que contienen altas concentraciones de lactasa, que deshacen y fermentan la lactosa. Los quesos frescos como el feta, mozarella o ricotta naturalmente no tienen esta propiedad.
